En el valle del Lozoya se encuentra el único sabinar de Madrid. Se trata de un bosque relicto de sabina albar Juniperus thrurifera que crece inusualmente en un suelo de gneis, cuando normalmente este tipo de vegetación se desarrolla en suelos más blandos de tipo calizo. También resulta anormalmente curiosa su ubicación a una altitud de hasta 1.300 metros.
Para llegar hasta él hay que hacer una ruta senderista circular de dificultad media, que dura unas tres horas, y en la que se recorren 13 km. Para iniciar la ruta se puede llegar hasta Navarredonda desde la N-I, desviación a la izquierda, pasado Buitrago por la M-634, y a la derecha pasado San Mamés por la M-974.
También se puede acceder a Lozoya por la N-I, a la altura del kilómetro 68 pasado Lozoyuela, por la M-604.
Los sabinares asentados en suelos ácidos como éste de Lozoya se caracterizan por la escasez de calcio en el suelo y permiten que a estos hermosos árboles les acompañen otras plantas como jaras, cantuesos o mejorana, lo que hace del paseo en primavera y verano un regalo para los sentidos, siendo especialmente agradecido el del olfato.
La sabina albar pertenece a la familia de la cupresáceas y presenta unas hojas de color verde oscuro. Es fácil de reconocer por su forma cónica, que permanece en la mitad de su vida. Después se diferencia perfectamente su tronco y su copa. Puede alcanzar los 20 m de altura y crece entre 1 y 3 mm de diámetro al año. Así que si tenemos la suerte de encontrarnos frente a frente con una sabina de 1 o 2 metros de diámetro, podemos estar seguros de estar frente a un testigo de la historia de hace más de 1.000 años. ¿Puede haber algo que infunda más respeto?
Guadarramistas
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